viernes, 14 de mayo de 2010

Acusicas

Venga, que no es para tanto. Todavía no es para tanto. La bajada de un 5% en el sueldo de unos asalariados que tienen el puesto de trabajo garantizado de por vida no va a hacer que dejen de ser el colectivo al que menos pegas le van a poner en el banco a la hora de ir a pedir un crédito. La supresión del cheque-bebé no supone la merma de ningún derecho. Si acaso un contratiempo en una incierta inversión para el próximo año y medio. Lo del ahorro en medicamentos, más que un recorte en su distribución, supone una racionalización en su administración, y del mismo modo que cuando necesitamos una camisa no nos compramos el traje entero, cuando se nos recete un medicamento se nos dará el número imprescindible de unidades y no la caja entera. El recorte en inversión pública es ya más preocupante, tanto como para que algunos sectores de la OCDE se hayan posicionado en su contra, en otro de esos ataques de keynesianismo sui generis que tiene nuestra derecha empresarial. En relación a las pensiones, palabra tabú donde las haya, el trauma tampoco va a ser demasiado importante, ya que el recorte en inversiones públicas y el predecible descenso del consumo no va a permitir que se eleve mucho el IPC, al menos de momento.
Hay quien se ofende viendo al presidente del gobierno tomar medidas claramente reaccionarias para salir de la crisis y quien con acierto denuncia la falta de participación democrática en todo lo que está sucediendo. Sobre el primer punto, la cosa está en que el gobierno del PSOE lleva tomando medidas de este tipo desde que suplantó al PP de Aznar. Y no solo las propiamente regresivas como esa que afirmaba que bajar impuestos es de izquierdas, sino también aquellas de carácter social que han destinado fondos por igual a ricos y pobres, en lugar de ser destinados a servicios sociales gratuitos que usan fundamentalmente los que más lo necesitan (desde luego hay muy honrosas excepciones, como la ley de dependencia). En resumen, no se ha seguido una política socialdemócrata, sino social liberal, que se ha dedicado a repartir los beneficios generados por los trabajadores entre todas las clases sociales por igual, mientras los beneficios empresariales crecían y el poder adquisitivo menguaba, tratando con esto de corregir la precariedad salarial generalizada.
Vamos, que esto que pasa viene de lejos, es la consecuencia lógica de aquellos años de desenfreno y su resolución pasa por ponernos en manos de aquellos que tantos fondos nos han estado dando. Que no se engañen pues los votantes del PSOE, esto es lo que han votado. No venía en el programa de gobierno, pero sí en los manuales de economía que se han aplicado. La diferencia es que antes había bonanza y ahora recesión. Y los manuales dicen que en época de recesión hay que aprovechar tanto la pérdida de oportunidades de los países que no han sabido sino mirarse el ombligo, como la debilidad y la desunión de los trabajadores fraguada al calor de las bacas gordas, para sestar el golpe definitivo.
"Economics is superior. Don't let political science contaminate us!" , increpaba un estudiante de economía ante la concesión del premio Nobel a una economista que tenía en cuenta los factores políticos en sus análisis. Todo debe estar supeditado a la ciencia económica liberal. Y si eso es lo que se estudia en las universidades, es de prever que cuando tan aplicados estudiantes llegan a tomar cargos de responsabilidad traten de emplear todos sus conocimientos en erradicar algo tan molesto como las sucias decisiones políticas, que no hacen sino entorpecer el perfecto y natural flujo del devenir económico. Y esto es lo que se ha hecho, lo que se está haciendo y lo que se hará en el futuro. “Si no te mueves no notarás las cadenas”, alertaba una pintada en un muro de la ciudad en que vivo. Y ahora que toca moverse contemplamos con asombro cuán gruesas y cortas son las cadenas que nosotros mismos, complacientemente, nos hemos ido poniendo, el inmenso espacio del que goza el capital para desenvolverse. Zapatero no hace sino tratar de no ahogarse en las aguas revueltas de un río cuyo curso hemos cavado la mayoría de los ciudadanos. Así que vamos a dejar de señalarle tanto con el dedo mientras lloriqueamos apoltronados en el sofá de nuestra hipoteca. Más que nada porque lo malo, lo realmente malo, está por llegar.

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