sábado, 20 de marzo de 2010

Muelas de molino

Hace la friolera de 2095 años, el poeta Antipater de Tesalónica cantó gozoso la invención de la rueda de molino, invención que sin lugar a dudas liberaría a las mujeres de la pesada carga de la molienda a mano. Gustemos nuevamente de la vida primitiva aprendiendo a regalarnos con los productos de Deméter sin esfuerzo, entonaba alegre. Las mujeres, sin embargo, continuaron dedicándose a menesteres menos agradables que comer uvas bajo la sombra de un sauce, al menos hasta la invención de la lavadora. Pensaba el pobre Antipater que la tecnología nos iba a librar del trabajo, cuando lo que en realidad proporciona es más tiempo para trabajar. El descubrimiento de este precoz humanista me ha hecho disentir de muchas de las decisiones que toma la ministra Aido. ¿Por qué promover políticas encaminadas a integrar a las mujeres en el mercado de personas que es el mercado laboral? Si, como muy bien sabía Antipater y mejor han aprendido los multimillonarios, trabajar no es bueno, ¿por qué la ministra no se empeña en alcanzar la igualdad por el otro camino, sacando del mercado laboral a los hombres? Los ricos saben perfectamente que con una cantidad muy pequeña de trabajadores y la tecnología adecuada se puede surtir a todo el mundo de más cosas incluso de las imprescindibles para vivir, y además vivir cómodamente. Un hombre, un voto; una familia, una vivienda; un adulto, un automóvil; un niño, una biblioteca. Pasa que claro, sólo una mínima parte de la sociedad tendría la obligación de trabajar para proveer a la mayoría de todo lo que necesitase, y eso es injusto. Con el método actual, es la mayoría la que por una propinilla provee de ingentes cantidades de capital a una minoría, lo que sin duda es más justo, ya que la carga del trabajo se reparte entre toda esa mayoría. Pero, volviendo al sistema que propongo, propongo: ¿y si esa minoría de trabajadores se saca de condenados por algún delito? El reo trabajaría 65 horas semanales mas horas extra a cambio de reducción de condena. Sí, no se lo piense tanto, intercambiaría tiempo y esfuerzo por algún tipo de prebenda, exactamente como ocurre actualmente. El problema que plantea esto es que en una sociedad así iba a haber bastante escasez de delincuentes, pues los desheredados no se verían en la necesidad de trapichear, por lo que sí, puede parecer injusto pero el bienestar de una mayoría bien merece el estar menos bien de una minoría, y nos encontraríamos en la necesidad de tirar de clérigos, monjitas, sacerdotes, pastores, reverendos, imanes y demás eminencias que, como van a vivir eternamente tras su óbito, da igual que desperdicien esta vida en un puesto de trabajo. En última instancia, si vemos que entre curas y delincuentes a 65 horas mas horas extras no es suficiente, consideraríamos que hemos entrado en un estado de crisis y amigos, habría que ponerse a trabajar. Dos, tres horas a lo más, debiendo estar los sindicatos muy atentos a las exigencias de la derecha, que tratará de aprovechar la crisis en su propio beneficio y que en lugar de una casa, querrá dos, en lugar de dos automóviles, querrá cuatro, y en lugar de cuatro bibliotecas, querrá ochos.